Patrimonio Arqueológico
Autoría textos: Aurelia Balseiro García
BIENES MUEBLES ARQUEOLÓGICOS: punta palmela, torques y arracada.
Estos objetos se ponen en relación con la ocupación del territorio por parte de nuestros antepasados y de este modo también constatamos la existencia de yacimientos arqueológicos de la Edad del Hierro (s.s. VIII la. C. – s. I) con ocupación en época romana: castro de Cabo Burela, castro de Chao del Castro, castro de Castelo; asentamiento de Castrelo/El Campón y Vila del Medio o el petroglifo del Cabo Burela.
El patrimonio cultural material más antiguo de Burela estaría asociado a nuestra prehistoria, concretamente tenemos noticia1 de una punta palmela datada hacia el 1800 la. C. y realizada en cobre. La tipología y el nombre Palmela deriva del homónimo yacimiento calcolítico portugués. Estas puntas de flecha o de lanza de hoja plana y bordes biselados, se definen por su función como herramienta o arma, pero también como objetos de prestigio con un valor simbólico puesto que se encuentran también en contextos funerarios. Las puntas palmelas son también una demostración de la producción prehistórica de piezas de cobre con recursos autóctonos y de la existencia de una metalurgia avanzada.
El torques de Burela, la joya de nuestro patrimonio2.
Su hallazgo en 1945 está rodeado de anécdotas curiosas porque el afortunado que casualmente encontró el torques desconocía el valor histórico y la importancia que tendría esta joya para el mundo de la arqueología y concretamente en la orfebrería prehistórica.
Qué es un torques?
Es un adorno de cuello o collar rígido que los romanos consideraban característico de los pueblos bárbaros (europeos y asiáticos) que lo utilizaban como un símbolo de determinados guerreros o personajes importantes dentro de una sociedad o cultura concreta y mismo cómo distintivo de los dioses o de divinidad. Con todo, en el Noroeste peninsular dentro del Fenómeno Cultural Castreño, este objeto desarrolló una morfología distintiva e independiente a la de otros torques foráneos. El de Burela es un ejemplo de torques áureo castreño compuesto por una varita en forma de c decorada con alambres enroscados en los dos tercios inferiores y filigrana en forma de ochos entrelazados en la parte central externa, terminada con unos acabados volumétricos. Además este torques tiene una marca en forma de aspa en el tercio central interno de la varita que podría ser de propiedad o de taller.
Función
En cuanto a su uso o función, en el Noroeste peninsular fue utilizado por personas de un determinado rango social, es decir, por la élite de la comunidad. No obstante, el de Burela debido a su excepcional peso (1.812 g.) y dimensiones, parece más bien que estaría destinado a otra finalidad, bien fuera como ofrenda, como una joya votiva o como símbolo de poder usado en contadas ocasiones por las personas más representativas de la comunidad (como es el caso de las coronas reales a lo largo de la historia). En definitiva y en todo caso, era un símbolo identitario y un bien de prestigio.
Lo que también trasciende de este torques es la confirmación de la existencia de un asentamiento prerromano en Burela situado concretamente en la zona de su hallazgo (Chao de Castro) cuyo topónimo es asimismo identificativo puesto que señalaría la existencia de un castro, típico recinto fortificado de forma oval o circular donde vivían nuestros antepasados desde la Edad del Hierro hasta la llegada de los romanos (la ocupación definitiva del territorio septentrional se establece en el año 19 antes de Cristo) y, en algunos casos, también después del cambio de Era. Estos asentamientos humanos que dan nombre a la Cultura Castreña, se extienden también por los ayuntamientos vecinos de Cervo, Foz y Xove.
El hecho de que este adorno áureo junto con la arracada llegaran hasta nosotros desde tiempos tan antiguos (la arracada se data en el siglo II-I la. C. y el torques entre los siglos III e I la. C.), constata, además de la existencia de un asentamiento o poblado prerromano, que sus moradores o habitantes gustaban del adorno personal y de los bienes de prestigio y que había un acceso directo a la materia prima usada: el oro. La riqueza aurífera de la provincia de Lugo sería explotada intensamente por los romanos, pero los pueblos autóctonos ya usaron desde lo Calcolítico este metal para transformarlo en objetos suntuarios. El oro en la pre y protohistoria siempre estuvo asociado al prestigio y al poder.
Torques de Burela - Imagen cedida por el Museo Provincial de Lugo
La arracada de Burela
La arracada, que apareció en Burela en 1954 es un pequeño pendiente áureo de forma arriñonada que las mujeres llevaban pinzado en el lóbulo de la oreja. Esta pieza también muestra un virtuoso trabajo técnico puesto que en sus dos escasos centímetros de alto por ancho condensa unas técnicas de ejecución y decoración realmente complejas y artísticas, propias de un orfebre de gran pericia y/o de un taller estable.
La indudable importancia de estos dos objetos áureos también viene dada por el material empleado en su fabricación: oro de gran pureza, lo que reafirma la dicha proverbial riqueza aurífera de la zona o el poderío de la respectiva comunidad. Ambos fueron hallazgos casuales por lo que no consta información arqueológica adicional que contribuya a contextualizarlos. Con todo, los objetos áureos de la Antigüedad establecían diferencias sociales, tenían carácter apotropaico (de protección o amuleto) y connotaciones mágico-religiosas (asociado a la divinidad), además de su valor intrínseco por la forma y la materia.
El oro fue uno de los primeros metales, junto con el cobre, que el hombre empezó a valorar y trabajar ya en el III milenio antes de Cristo, mismo hoy en día es un patrón económico y de él nos quedan testimonios en las fuentes literarias antiguas (Estrabón, Plinio...) que mencionan la riqueza aurífera del Noroeste y la rica orfebrería que actualmente conservamos es un claro indicio de eso, siendo el torques y la arracada de Burela dos valiosos ejemplos del desarrollo autóctono de la orfebrería.
Arracada de Burela - Imágenes cedidas por el Museo Provincial de Lugo
ASENTAMIENTO DE PUNTA DEL CASTRELO
Así reconocido en la bibliografía oficial, aunque la toponimia local se refiera a este lugar como La Limosa, también mal denominado “Yacimiento del Campón”. El nombre de Castrelo también pudo derivar en origen de un castro, no obstante, solo se constató por prospección arqueológica la posible existencia de una villae a mare, un tipo de establecimiento rural litoral organizado funcionalmente en un área productivo y en otra residencial, en base a los restos encontrados de salas caldeadas ( hipocaustos) datadas en el s. IV d. C. ( Baliñas y González, 2017).
González y Fernández (2014?) en base a intervenciones arqueológicas de 1999 y 2004 consolidan su clasificación como un yacimiento romano con estructura de hipocausto. Las teselas cerámicas encontradas en el conjunto forman parte de los escasos ejemplos de uso exclusivo de este material para decoración pavimental o “mosaicos”. También se constató, segú dichas autoras3, la presencia de dos estancias rectangulares de época romana, provistas de sistema de hipocausto, realizado con materiales reutilizados, pero sin poder determinar si serían espacios calefactados en ámbito termal o un sistema de calefacción de vivienda de uso entre los s.s. III-V d. C.
La alteración y destrucción de este yacimiento no es óbice para tenerle la consideración necesaria para conservarlo y darle el importante valor que merece en la historia de la Mariña lucense.
Actualmente aunque señalizado, está bastante olvidado pero su potencial podría desarrollarse sobre todo para consolidar la existencia de estructuras castreñas anteriores, dado que los espacios de cronología romana están claros.
CASTROS DE BURELA
Ya definidos los castros como el típico asentamiento prehistórico del Noroeste peninsular entre los s.s. VI la. C. y el I d. C. caracterizado por una estructura oval o circular con estructuras defensivas o de prestigio (muros y hoyos), situados estratégicamente en el entorno que los rodean y cuyo interior se organiza en viviendas de piedra con planta circular, zonas de uso público común y un urbanismo de por sí, y vista la importante densidad de ellos en el litoral lucense dentro de la tipología de castro costero, citamos los catalogados en el ayuntamiento de Burela:
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Castro de Cabo Burela. En la carretera que va de la Playa urbana de Burela a la Playa de la Marosa al lado del propio cabo, se encuentra este yacimiento ligeramente elevado en una colina. La tradición oral denomina las dos elevaciones que sobresalen en el paisaje como “las tetas de la Vinculeira”, otros pretenden ver que señalarían la entrada al recinto castreño. Dado que no se hicieron excavaciones arqueológicas y la superficie se modificó con los cultivos, ahora está cubierta de monte bajo, no se pueden establecer conclusiones absolutas sobre su estructura.
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Castro de Chao del Castro. El que podría ser su croa, o recinto superior está ocupado por viviendas y fincas de cultivo. Parecen apreciarse restos perimetrales pero su nivel de destrucción es muy alto.
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Castro de Castrelo. Ocupado por el barrio respectivo con casas y modificaciones urbanísticas y de comunicación que ocultan el yacimiento del que prácticamente solo es indicativa la toponimia.
Petroglifo de Cabo Burela. Como su etimología indica, se denominan petroglifos las representaciones gráficas grabadas en piedra o rocas realizadas ya desde lo Paleolítico Superior y el Neolítico. En el arte rupestre gallego hay muchos ejemplos catalogados predominando los motivos geométricos ( cazoletas y combinaciones circulares) frente a los figurativo-naturalistas, que pervivieron pasada nuestra prehistoria. Situado en un promontorio costero y rodeado de vegetación de monte bajo, aparece una piedra con dos cazoletas de 3 y 6 cm. de diámetro, cerca de otra más grande de la que parte una línea irregular que casi comunica con una cuarta cazoleta. El grado de erosión y alteración es alto y se sitúa en el recinto del castro dicho.
Como colofón, finalizamos esta parte del patrimonio arqueológico de bienes muebles e inmuebles asociados a nuestra pre y protohistoria, constatando y reiterando la intensa ocupación territorial prerromana. Dado que la cultura castreña era ágrafa, solo conservamos fuentes y testigos de los romanos que nos definían como pueblos bárbaros, incivilizados, salvajes, belicosos “que viven del robo y de la guerra entre sí mismos y contra los vecinos”, de vida “anárquica” ( Estrabón III, 3,5.)
También se relata sobre los montañeses: “… son sobrios, pues no beben sino agua, durmen en el suelo y llevan cabellos anchos al modo femenino, aunque para combatir cíñense la frente con una banda. Comen principalmente machos cabríos. A Ares sacrifican machos cabríos y también prisioneros y caballos… beben cerveza y el vino, que escasea, cuando lo obtienen lo consumen rápidamente en los grandes banquetes familiares. En lugar de aceite usan manteca. Comen sentados sobre podios construidos alrededor de las paredes, alineándose en ellos según sus edades y dignidades… “ ( Estrabón, III, 3,7)
Se tiene constatado, también según fuentes similares, que los pueblos de esta parte del litoral cantábrico de la Gallaecia perteneciente al Conventus Lucensis, eran llamados entre ellos y/o por los romanos: Addovi, Varri Namarini y Cibarci4.
Notas al pie:
1 Comendador Rey, B. (1998) Los inicios de la metalurgia en el noroeste de la Península Ibérica (Brigantium: Boletín do Museu Arqueolóxico e Histórico da Coruña, Nº 11, 1998)
2 Balseiro García, A. (2013) O torques de Burela, a xoia do no partrimonio (Edit. Concello de Burela)
3 Los pavimentos romanos de teselas cerámicas. El ejemplo del yacimiento “O Campón” (Burela, Lugo). Actas do Encontro Portugal-Galiza Mosaicos Romanos. Fragmentos de cultura nas proximidades do Atlántico. 6-7 de julho de 2013. Museo da villa romana do Rabaçal, Penela, Museu d. Diogo de Sousa, Braga, Museo Provincial de Lugo, Galicia.
4 Rodríguez Colmenero, (2011); Lucus Augusti. La Ciudad Romano-Germánica del Finisterre Ibérico. Génesis y Evolución Histórica (14 A.C- 711 D.C) (Edit Concello de Lugo)