Burela: Un pueblo que sólo sabe trabajar

Autoría: Herminia Pernas Oroza.

 

Escrito quedó y hablado también, que la palabra que mejor define a nuestros antepasados bureleses es la de “trabajadores” donde los haya. Es inútil buscar en Burela apellidos que escondan un pasado señorial ni tampoco una cierta cultura y/o sociabilidad urbana y villega. Nuestros abuelos nunca salieron al paseo vespertino, ni fueron al teatro ni al casino y menos aún se les ocurrió formar asociaciones recreativo-culturales, orfeones o bandas de música como sucedió en otros lugares vecinos. Solo entendían de mutuas ganaderas y de Pósitos marineros, y para divertirse eran suficiente los gaiteros y las murgas.

El pueblo crecía y el trabajo también y enseguida lo ofrecieron a quién quisiera establecerse en él para formar parte de su historia. Poco a poco, fue llegando gente, tanta, que hoy en día se hace difícil encontrar a alguien que sea, como suele decirse, “de Burela Burela”. Envueltos en este incesante progreso burelés, locales y foráneos olvidaron o no supieron entender la propia historia de Burela, a la que sacrificaron en pro del progreso. Como dirían los más pragmáticos, “nada es gratuito”.

¿Dónde quedó pues nuestra Historia?. El hablar no tiene cancelas y se tiene dicho que Burela como pueblo nuevo que es carece de historia. Valiente chorrada pero muy válida para la economía y el progreso. No era preciso pensar en la Historia porque eso no daba de comer y además, había que avanzar conforme a los tiempos. El progreso socio-económico de Burela es evidente pero fue duro e incompleto. “Nuestra Señora de hierro” parafraseando el conocido poema de Curros Enríquez, no llegó a estos hogares hasta 1968, noventa y cinco años más tarde de la llegada del ferrocarril a Galicia. Ahí es nada.

Instalados en los “tiempos modernos”, llegó el momento de mirar hacia el pasado y las causas fueron varias: algo que ofrecer a los turistas, sacar a la luz los elementos que configuraron el pueblo, las modas “revival” que vienen y van, y también –por que no- el propio deseo de conocer nuestra propia historia en sus diferentes ámbitos y períodos. Se editaron panfletos, libros y revistas. Burela tenía Historia y era necesario darla a conocer.

Pero lo peor fue pasar de la teoría a la práctica: ¿donde están o dicen que están todos esos lugares y obras de interés de los que hablan los libros?. Estuvieron ahí y algunos aún están pero por una mala gestión no supieron recuperarse y acabaron por desaparecer sin que pudiéramos sacar partido de los mismos como hacen en otros lugares, nacionales y extranjeros. ¿Le dimos pues, la espalda a nuestra Historia? Inconscientemente sí. No fue cuestión de elegir entre el progreso y el pasado, sino falta de habilidad para compaginar las dos cosas. He aquí algún ejemplo:

El castro marítimo situado en la parte extrema del cabo, que nos dejó la arracada y el torques, y al que desde hace unos años, se le viene rindiendo culto a través de la “Fiesta Castreña”. Del castro se pasó a una “villa” romanizada (hay que destacar el descubrimiento de una terma de época romana en la zona de Castrelo) convertida en época medieval en una feligresía rural que hasta el siglo XVII estuvo bajo jurisdicción eclesiástica, pasando luego a ser señorial. Destacaban en este período el Pazo de Vilar y la Casa-Torre de Burela de Cabo, de la que solo se conserva el escudo, mientras que la actividad económica más importante desde la Edad Media y hasta comienzos del siglo XVIII fue la “caza de ballenas”, de la que hoy en día no hay indicio alguno.

Poco se sabe también de la Burela campesina y ganadera, aunque la romería del Monte Castelo pretende ser una especie de homenaje a estas actividades, entre las que destacó por un lado el viñedo y por el otro la rotación de trigo, centeno, nabos y maíz, llegando las patatas muy tarde (en el siglo XIX). En cuanto a la ganadería, en estas parroquias litorales se daba una ganadería orientada al trabajo en la que predominaban los bueyes. También era importante la producción de lino llegando a ser muy abundantes los telares.

Y si ahora nos pasamos a la Burela marinera, hace falta reivindicar el papel de la pesca de la langosta, que adquirió su protagonismo a finales del siglo XIX. Sin embargo, langostas y balandros quedaron olvidados por la gran tríada dominante en nuestras pesquerías: sardina, bonito y merluza. La Historia de la Burela marinera es conocida pero aún se debe seguir avanzando en la misma.

Y por último pero no por eso menos importante, está la zona geológica de Castrelo, uno de los espacios más interesantes de la Península Ibérica por ser el lugar de confluencia de la rasa cantábrica (cuarcitas) y del batolito de San Ciprián (granito), ensalzado en campañas turísticas y educativas para divulgar nuestra riqueza geológica incluso mediante publicaciones.

¿Tiene entonces Burela historia?, claro que sí; y la pobre lucha por hacerse un hueco entre nosotros, que porfiamos en considerarla la pariente pobre de nuestras áreas de atención burelesa.